Menudo contrasentido de título, ¿verdad? Puede parecerlo, pero en realidad, tiene todo el sentido del mundo planteárselo. Y es que, ni en "libertad" los animales son plenamente libres, ni en cautividad tienen su libertad totalmente restringida. Y eso nos debería hacer reflexionar: ¿puedo hacer que los animales que están a mi cargo sean más libres?
El concepto "libertad"
Por mi parte, cada vez veo a más cuidadores de loros (ya sabéis que he trabajado con loritos durante más de 12 años) siendo conscientes de que tienen a un animal salvaje a su cuidado. A un animal que no ha pasado por un proceso de domesticación y al que, por lo tanto, se le presentan mayores dificultades para adaptarse a una vida en cautividad que le priva de las libertades del mundo silvestre. En consecuencia, muchos de estos cuidadores se están haciendo esta pregunta cada vez más a menudo: ¿Qué puedo hacer para que mi loro sea más libre?
Y la respuesta no es trivial. Lo cierto es que la “libertad” es un concepto tan poco tangible pero a la vez tan romántico, que son pocas las ocasiones en las que se hace uso de él sin prostituirlo. Sin embargo, es un concepto estrechamente vinculado al de bienestar animal, sobre todo cuando hablamos de individuos súper desarrollados y complejos desde un punto de vista cognitivo, como es el caso de muchas aves, como los córvidos o las psitácidas, de primates (humanos incluidos), de cetáceos y de un sinfín de grupos animales más.
Su libertad en libertad, ¿es total?
Aunque son múltiples las definiciones que pueden atribuirse al término "libertad" en función de la disciplina desde la que se enfoquen, no todas ellas encajan con la realidad de la que nos ocupa. Como comentaba en la introducción de la entrada, considero que la libertad debe entenderse como un continuo en el que existen infinitos grados de libertad entre la libertad máxima de los animales que viven en estado silvestre, y la libertad mínima (cada uno que se busque el ejemplo que peor le parezca). Por tanto, no existe una dualidad entre el animal absolutamente libre y el animal absolutamente oprimido.
Evidentemente, un loro silvestre se encuentra con situaciones sobre las cuáles no puede decidir; situaciones en las que la decisión acertada es tan obvia que ni siquiera necesita ser tomada a través de un proceso de raciocinio. Recibir el ataque de un depredador, por ejemplo, es un evento indeseado por parte de la presa, sin embargo, no depende de ella elegir entre si prefiere que le suceda o no. La subsecuente respuesta de huida tampoco es una decisión tomada de forma consciente, sino más bien una reacción prácticamente instintiva. Asimismo, este mismo animal no tiene poder de decisión sobre determinadas variables ambientales, como los ciclos día-noche o la meteorología cuando vive en libertad.
Estos son sólo algunos ejemplos de que el entorno en el que vive (en tanto que real) un animal "libre", también condiciona de cierta manera su comportamiento y, por lo tanto, no le permite ser completamente libre en el sentido más puro de la palabra. Sin embargo, afrontar estas cuestiones es algo para lo que el animal salvaje está intrínsecamente preparado y, al margen del estrés agudo que le puedan producir en un momento dado, no derivan en un distrés (estrés en el largo plazo) que termina mermando su bienestar, así como sus capacidades cognitivas y sociales, como sí sucede en muchos casos con sus conspecíficos cautivos. Por ello, aunque los animales que viven en libertad no son animales absolutamente libres, sí podemos considerar que son todo lo libres que puede llegar a ser un individuo de su especie.
Su libertad en cautividad está (en parte) en tus manos
Por contrapartida, los animales que viven bajo cuidado humano están sometidos a un confinamiento permanente en un entorno con posibilidades sustancialmente más reducidas y que, generalmente, no les permite satisfacer buena parte de sus motivaciones y necesidades. Es como cuando en un videojuego no puedes hacer todo lo que sientes la necesidad de hacer. Recuerdo cuando era pequeño y trataba de abrir todas las puertas, explorar todos los rincones, interactuar de ciertas maneras con determinados personajes... y no se podía hacer todo aquello que yo quería. Finalmente, terminaba entendiendo que era un juego, claro, y que las posibilidades eran limitadas. Pero hasta que lo comprendí, aquellas situaciones me generaban una frustración tremenda: "¿Por qué no iba yo a poder abrir aquella puerta? ¡A ver!".
Siento que a los animales que viven en cautividad a veces les pasa un poco eso mismo, con la salvedad de que ellos no están jugando a un juego, ¡es su vida! Me da la sensación de que esa falta de libertad es la que sufren habitualmente los animales salvajes que viven en cautividad, ya que somos nosotros, sus cuidadores, los que creamos su entorno a nuestra conveniencia y hacemos que sea el animal el que tenga que amoldarse a nuestras rutinas y necesidades. Sin embargo, la buena noticia es, por lo tanto, que también somos nosotros, los cuidadores, los que tenemos en nuestras manos la posibilidad de ofrecerles un entorno mejor, más apropiado y que les confiera una mayor libertad.
Entonces, ¿cómo entendemos el concepto "libertad"?
Personalmente, aplicándolo al ámbito del bienestar de los animales tenidos bajo cuidado humano, definiría "libertad" cómo:
“La capacidad de un animal de tomar decisiones de forma autónoma con el objetivo de satisfacer sus motivaciones y necesidades en el entorno en el que vive”.
La mayoría de animales, como los humanos, tienen una serie de necesidades y motivaciones que tratan de satisfacer a partir de las decisiones que toman a la hora de interaccionar con el entorno que habitan. Entonces, cuando el entorno no les ofrece la posibilidad de tomar decisiones por sí mismos, su libertad se ve mermada, por tanto, su destino queda totalmente a merced de las imposiciones establecidas por ese mismo entorno que coarta su libertad. Como resultado, y esto está probado por la ciencia, cuando a los animales (especialmente a aquellos con un gran desarrollo intelectual y cognitivo) se les priva de la posibilidad de tomar decisiones proveyéndoles de un entorno estéril y estático, su nivel de bienestar se reduce drásticamente.
Y como no queremos eso, trataremos de tomar medidas para que su entorno no lo sea. Pero el cómo hacerlo lo dejo para otro/s post/s, que este me está quedando muy largo y no quiero que nadie se me aburra. Así pues, como siempre, me despido animándoos a dejar vuestros comentarios abajo, a compartir mi trabajo para que estas reflexiones lleguen a más personas si consideráis que así debería ser, y a volver por aquí a leerme la semana que viene. ¡Un abrazo!
Roger Valls Martínez
Comments