No es fácil encontrar un compromiso entre los intereses de aquellos que viven de los recursos naturales y los de aquellos que priorizan protegerlos. Personalmente, no me posiciono de ninguno de los dos bandos, pues me parece hipócrita juzgar a quien trata de ganarse la vida como puede y me parece insensato ignorar la importancia de preservar la naturaleza. Y tras haber estado un mes en Costa Rica, puedo decir que creo que allí lo han hecho bastante bien en este sentido.
Los años de la deforestación en Costa Rica
Costa Rica no es un país rico, aunque suene paradójico. Sin embargo, ha experimentado un desarrollo muy notable en los últimos 30 o 40 años, principalmente gracias al turismo, que se ha convertido en su principal motor económico. Pero esto no ha sido siempre así.
Desde siempre, en Costa Rica habían predominado las comunidades rurales, donde primaban las actividades agrícolas y ganaderas de subsistencia y el comercio a pequeña escala. A partir de principios-mediados del siglo, el cultivo de café y sobre todo banano empezaron a tomar fuerza, exportándose masivamente hacia otros países. Grandes parches de bosque fueron talados y la población crecía rápidamente en el país, lo cual aceleró todavía más la deforestación en algunos lugares, para el establecimiento de nuevas zonas urbanas.
Sin embargo, el problema real empezó a asomar en los años 60, en que se descubrió la buena adaptación del cebú (introducido desde el continente asiático) al clima tropical centroamericano. Esto, unido a la elevada demanda de carne de vacuno principalmente por parte del mercado estadounidense, terminó propiciando un crecimiento desmesurado del sector ganadero vacuno en el país tico. El problema de la deforestación se convirtió en una lacra medioambiental hasta finales de los años 80, pues el país, volcado en ofrecer nuevas tierras de pastura para el ganado, perdía alrededor del 4% de sus bosques cada año. Costa Rica pasó de tener un 75% de cobertura forestal el año 1940, a tener sólo un 21% de cobertura forestal el año 1987.
Un desastre medioambiental
Cuando hablamos de los bosques costarricenses, hablamos de bosques tropicales. Los bosques tropicales tienen una importancia tremenda para el ser humano, tanto para las personas que son beneficiarias directas de los bienes y servicios que obtienen de estos, como para aquellas que no.
Uno de los beneficios críticos que proporcionan este tipo de bosques en particular es la regulación climática: los bosques tropicales son capaces de secuestrar una gran cantidad de carbono atmosférico, lo que contribuye a aliviar el calentamiento global y, por sus características (albedo, evapotranspiración), tienen una capacidad de enfriar la atmósfera muy superior a la de los bosques templados y boreales.
En relación a esto, desempeñan también un papel crucial en los patrones de lluvia y, por tanto, contribuyen a mantener la calidad y disponibilidad de agua dulce. Previenen de periodos de sequía, y también de inundaciones y, con ello, la erosión y degradación del suelo. Asimismo, por sus características físicas, tienen la capacidad de actuar como barrera frente al efecto de desastres naturales como tormentas tropicales, tsunamis y lluvias torrenciales, protegiendo tanto a personas como a otros integrantes del ecosistema.
Además, son hábitat de una inmensa variedad de especies; en torno al 50% de las especies de animales y plantas conocidos habitan en bosques tropicales. Y eso, no sólo es importante como reservorio genético para la evolución de las especies, sino que también tiene la capacidad de ejercer un control biológico sobre poblaciones de plagas dañinas y todo tipo de vectores de enfermedades. En este sentido, Costa Rica es uno de los países más biodiversos del mundo, estimándose que posee entre el 5% y el 6% de la biodiversidad del planeta en un territorio que únicamente representa el 0,03% de la superficie terrestre del mismo.
Por último, no hay que olvidarse de las comunidades humanas que viven dentro o en torno al bosque y que, de una forma u otra, dependen de él directamente. Los bosques proporcionan una gran variedad de recursos naturales, como alimentos, medicinas y materiales constructivos, entre otros. Además, la polinización ejercida por parte de animales residentes en los bosques es muy importante para la reproducción de muchas plantas, lo cual incluye cultivos agrícolas en zonas adyacentes. Y si hablamos de utilizar el bosque como medio de sustento, no podemos pasar por alto el tema que precisamente en este post quería comentar: las oportunidades de recreación y turismo de naturaleza, que tienen una enorme capacidad de generar ingresos y empleo en estas regiones tropicales.
El período de restauración
Desde finales de la década de los 80 y, sobre todo, a partir de la década de los 90, el gobierno de Costa Rica adoptó una corriente mucho más ambientalista que hasta entonces, promulgando leyes y promoviendo iniciativas de protección y restauración ambiental. La Ley Forestal de 1996 fue un hito en la legislación ambiental costarricense, prohibiendo la tala de bosques primarios, estableciendo regulaciones estrictas para la explotación forestal y fomentando la reforestación y la gestión sostenible de los recursos forestales.
En los siguientes años, se introdujeron otra serie de políticas enfocadas a la preservación y restauración de los bienes naturales del país, como el Pago por Servicios Ambientales (PSA), que incentiva a los propietarios de tierras a preservar su biodiversidad y a reforestarlas, mediante pagos por servicios ecosistémicos que incluyen el secuestro de carbono, la protección de cuencas hidrográficas y la conservación de la biodiversidad y el paisaje.
A partir de los años 90 y hasta el día de hoy, el porcentaje de cubierta forestal de Costa Rica ha ido en aumento, desde el 21% de finales de los 80, hasta el 57% aproximadamente del año 2022. Se trata de una recuperación histórica, no sólo por los cambios sociales de los que ha ido acompañada, que han sido muchos, sino también por la rapidez del proceso de reforestación (el porcentaje de bosque respecto al territorio nacional ha incrementado un 36% en sólo 35 años).
En este sentido es importante aclarar que el crecimiento vegetal en los trópicos es particularmente rápido si lo comparamos con áreas con climas templados y boreales. En pocos años, una zona de potrero (terreno de pasto dedicado a alimentar y guardar el ganado) puede estar totalmente poblada por árboles de gran porte de algunas decenas de metros de altura. Sin embargo, los bosques de nueva generación que han ido creciendo en estas últimas décadas no son los bosques primarios (viejos, maduros) originales, sino bosques secundarios con una cubierta vegetal menos densa y compleja, y con más crecimiento de vegetación en el suelo.
Sin embargo, todos estos cambios en el patrón de uso del suelo no se produjeron ni hubieran tenido sentido por sí solos, apartados del contexto económico y social de aquellos días. La intensificación de algunas actividades agropecuarias, junto con la caída del precio internacional de la carne, propiciaron un movimiento demográfico importante del campo a las ciudades, lo que provocó el abandono de numerosas tierras de cultivo y de pastoreo.
Esa transición de una sociedad rural a una urbana, tuvo lugar paralelamente a la llegada del turismo de naturaleza como actividad económica importante, especialmente desde los Estados Unidos, pero también desde muchos países europeos. A raíz de esto, aparecieron nuevas oportunidades de negocio que muchos no tardaron en aprovechar, cambiando el sector agrario por el sector servicios en un abrir y cerrar de ojos: reservas naturales, tours guiados en el bosque, observación de fauna, actividades de aventura… Todo ello, incentivando la aparición de una ingente cantidad de actividades económicas asociadas, como bares, restaurantes, hoteles, hostales y un sinfín de negocios más que desvincularon a buena parte de la población tica de la explotación insostenible de sus bosques.
Iniciativas privadas de turismo de naturaleza: una herramienta para la conservación
Como consecuencia (y también como causa) del creciente interés en el turismo de naturaleza en destinos tropicales como Costa Rica, se ha creado un nicho de mercado que no ha tardado en ser explotado de forma muy exitosa en la mayoría de casos. La gente quiere ir a Costa Rica a ver naturaleza, así que la población costarricense ha empezado a ofrecer todo tipo de productos turísticos vinculados a esta. Lo bueno de estos modelos de negocio es que dependen de los bosques tanto como se benefician de ellos, así que necesitan preservarlos a ellos y su biodiversidad para seguir funcionando.
Cuando hablas con los ticos, te das cuenta de que todos (o casi todos, siempre se escapa alguno) están muy concienciados en lo que respecta a la preservación de los bosques y de la fauna que en ellos habita. Y es normal, porque la inmensa mayoría de ellos dependen (directa o indirectamente) de la explotación sostenible de estos: el que no trabaja como guía de naturaleza, lo hace en plantilla de una reserva natural, y el que no, trabaja en un restaurante o un hotel cuyos clientes son personas que visitan Costa Rica por su riqueza natural. El país entero es impulsado por el turismo de naturaleza y, por lo tanto, el país entero necesita de la naturaleza y se ocupa de protegerla.
En Bijagua de Upala, por ejemplo, Noe y yo visitamos la finca privada de casi 6 Ha propiedad de Miguel y su familia. La finca había sido deforestada antaño y la familia la dedicaba a la agricultura y la ganadería, que era su medio de subsistencia. A mediados de la década de los 2000, ahora hace casi 20 años, decidieron cambiar de actividad y dedicar la propiedad a desarrollar un modesto proyecto de turismo sostenible. Se dedicaron a regenerar el bosque y a protegerlo, favoreciendo con ello la llegada e instalación de una gran variedad de animales, desde anfibios hasta mamíferos y aves que llegaban del entorno privilegiado de la zona, pues Bijagua se encuentra entre dos grandes parches de bosque primario, de los pocos que quedan en Costa Rica. Así nació Frog’s Paradise, que no es más que ese pedazo de bosque que Miguel conoce al dedillo y lo utiliza para hacer tours de avistamiento de fauna para visitantes de todas partes del mundo. Y debo decir que el tour nocturno fue una experiencia increíble, en el que pudimos ver varias rapaces nocturnas, aves diurnas durmiendo, serpientes, toda clase de insectos, ranas a más no poder (entre ellas, las famosas rana de ojos rojos y blue jeans) e incluso un kinkajou (Potos flavus) trepando entre las copas de los árboles. Una experiencia recomendadisima, sin duda.
En Horquetas de Sarapiquí, en el Caribe interior de Costa Rica, visitamos durante dos días Las Arrieras Nature Reserve. Unos 12 años atrás, David adquirió unos terrenos de más de 20 Ha que frecuentaba en sus expediciones ornitológicas. Terrenos que, por otra parte, habían sido en gran medida explotados para la extracción maderera y el pastoreo de ganado (potrero). Desde entonces, se ha dedicado a proteger el bosque (parte de él, bosque primario, lo cual es una maravilla) y hacer un manejo sostenible del mismo enfocado a mejorar sus características para favorecer la ocupación por parte de la fauna que habitaba en los alrededores y, tras haberlo visto en primera persona, puedo asegurar que ha realizado un trabajo de restauración excepcional (y muy duro también). Desde hace pocos años, ha instalado unas pocas cabañitas en medio del bosque para alojar tanto a equipos de investigación como a turistas, como lo fuimos nosotros. En Las Arrieras se ofrece tanto servicio de hospedaje como de comidas, así como la posibilidad de realizar excursiones por libre en sus numerosos senderos forestales, o tours guiados diurnos y nocturnos para la observación de fauna. Puedo decir que visitar este lugar fue una experiencia excepcional que me enamoró por completo de la Costa Rica salvaje, la más alejada del impacto del ser humano.
Estas son sólo dos de las numerosas iniciativas que en Costa Rica han conseguido ser el ejemplo perfecto de lo que se conoce como conservación y desarrollo integrados (ICDP, por sus siglas en inglés). Proyectos en los que personas y comunidades locales no sólo consiguen encontrar un medio de subsistencia en el bosque, sino que se benefician directamente de él y de su preservación, lo que asegura la protección del mismo a largo plazo. El modelo costarricense (con sus defectos y sus puntos a mejorar, que seguro los tiene) ha sido de los pocos capaces de aunar el desarrollo socioeconómico del país con la protección medioambiental, y eso es algo que tiene mucho valor, sirviendo como ejemplo a muchos de sus países vecinos que, teniendo características similares, podrían aprovechar para poner en práctica sus propias versiones de este modelo.
Desde luego, no soy experto (ni estoy cerca de serlo) en asuntos socioeconómicos. Así que no sé si las opiniones que he vertido sobre todo en la última parte de este artículo tienen todo el sentido o sólo son válidas a medias. En cualquier caso, hacía tiempo que quería escribir sobre este tema, porque cuando estuve en Costa Rica me pareció súper interesante ver como toda una sociedad ha aprendido a subsistir de un mismo recurso y, a la vez, a protegerlo. Espero que te haya parecido interesante y, como siempre, te animo a dejar tus comentarios abajo, ya sean preguntas, apuntes o sugerencias. ¡Nos leemos!
Roger Valls Martínez